“Nuevas misericordias cada mañana y gracia para terminar el día”. Conocemos esas dos promesas, pero podemos desviarnos tanto con la vida agitada que nos olvidamos. Estos últimos meses no han sido nada que ninguno de nosotros pudiera imaginar o experimentar. Cada día ha parecido traer algún tipo de giro que nos ha dejado paralizados muchas veces. Y continúan.

Uno de nuestros chicos se cayó hace un par de fines de semana mientras pensaba que podía bailar en el porche rociado de agua. Y como es de esperar, antes de que nadie pudiera decir una palabra, se cayó de bruces. Una barbilla que ya tenía placas y tornillos que la mantenían unida por una experiencia traumática en su vida.

Hoy, espera la cirugía. Esperamos encontrar las placas, tornillos y materiales necesarios para la cirugía. Esperamos una fecha. Esperamos la curación.

Muchos de nosotros estamos esperando. Esperando días mejores. Y en la espera podemos olvidarnos fácilmente… Dios siempre está cerca. Él está con nosotros. Sus promesas nunca fallan; nunca terminan. Él tiene el control. Él es poderoso. Y su perfecto plan se llevará a cabo.

Esos dulces susurros son tiernos recordatorios de que sea lo que sea que venga a nuestro camino, Él caminará con nosotros e incluso nos llevará de la mano si es necesario. Podemos descansar sus brazos e incluso ser llevados en sus hombros, por encima de todo lo que nos pesa.

Y Dios nos recuerda a todos de su majestad, de su poder, de sus caminos perfectos. Si miramos hacia fuera, miramos hacia arriba, vemos la creación de Dios, que a su vez refleja quién es Él. Grita alabanzas. Grita que hay un Dios. Así que desde el amanecer hasta el atardecer y toda la creación en medio, nos recuerda a Él.

Toma un momento y respira dulce aliento de vida. Mira a tu alrededor, mira hacia arriba, mira hacia fuera, ve todo lo que Dios ha creado, míralo.

Y por favor acompáñanos en una dulce oración por nuestro pequeño que espera ser operado. ¡Dios hace todas las cosas nuevas!