Acompañar a los niños y a las familias que provienen de lugares difíciles puede ser gratificante, pero también un reto. Hay días en los que todo parece ponerse complicado, como si nuestros cerebros no pudieran procesar la realidad de las consecuencias que persisten del abuso, el abandono y la negligencia del pasado, a menudo de generación en generación. Podemos dar dos pasos adelante y tres atrás. Pero el milagro es que cualquier ganancia no es nada que hagamos, es realmente la mano de Dios la que sana y cambia los corazones.

Estamos muy agradecidos de que en este viaje en el que Dios nos puso, nunca nos ha dejado solos. Incluso ha puesto en nuestro camino a muchas personas que tienen experiencia que están dispuestas a compartir. Una de esas personas especiales para nosotros ha sido Tiffany. Hace varios años, Tiffany se acercó al ministerio para trabajar con nosotros mientras terminaba su programa de maestría en consejería matrimonial y familiar. Nos entusiasmó tenerla en nuestro equipo en ese momento, y ahora, incluso años después, aprovechamos su experiencia en el trabajo en las áreas de duelo y trauma. Ella continúa regresando a El Salvador algunas veces durante el año y gentilmente nos da tiempo durante cada una de sus visitas para capacitar a nuestros consejeros. A su vez, nuestros consejeros transmiten esto a los que impactan en el día a día. Es como el efecto dominó que se produce cuando se tira una piedra en un cuerpo de agua y se ve cómo la onda crece hacia afuera. Estamos muy agradecidos por su voluntad de invertir en el trabajo aquí en La Casa.

Gracias Tiffany por no guardar toda tu experiencia para ti. Nos hemos beneficiado mucho y te apreciamos.